Estoy sentada en mi escritorio con el portátil enfrente, un par de libros a un lado y la soledad detrás de mi. Estoy sola conmigo misma. Levanto la vista y veo que a los árboles de la calle de enfrente le están naciendo las primeras hojas. La primavera ha llegado, pero sigue lloviendo, tanto por dentro como por fuera. 
Este año he visto el sol, la lluvia y la nieve, tanto metafórica como literalmente. Ese año las estaciones no han pasado solo por el calendario, también se han asentado en mis costillas. 
El frío, el calor. La humedad. El agua. El llanto. Lo bueno y lo malo. 
Después de la vorágine de inestabilidad en la que se había convertido mi vida, ha llegado la coma entre comillas. Ha llegado una pausa con un par de comillas atadas a unas muñecas. Entre ellas hay un espacio infinito en el que se guardan todos sus secretos. 
Tiene poesía, naturaleza, alcohol y tristeza. Tiene reivindicación, rebeldía y la conciencia de un pueblo en el costado. Tiene la sangre roja, muy roja, los calcetines morados y guarda en el pecho el amarillo del sol en verano. Tiene fueguitos en los ojos, frío en las mejillas y unas manos llenas de dulzura. 
Tiene comillas en las muñecas porque todo él es una cita literaria que nadie ha escrito todavía. 

Cómo hablar de él sin caer en tópicos literarios de mierda. 

En un mundo como el nuestro, lleno de dolor y de sufrimiento, deberíamos aferrarnos a las personas que nos hacen sentir la tranquilidad en cada célula. En un mundo como el nuestro donde el tiempo va acelerándose a cada segundo que pasa, deberíamos coger de la mano (y bien fuerte) a las personas con las que queremos que todo se pare un momento. 
Y disfrutarlas saborearlas, besarlas, exprimir de ellas hasta la última gota de felicidad que podamos obtener. No en un sentido egoísta, sino en un sentido recíproco. Deberíamos querer por querer, y pararnos a querer en condiciones: con nudos en el alma, con mariposas en la garganta, sonrisas estúpidas, bichitos en el estómago e inestabilidad en las piernas. 
Por eso, ahora, es cuando más me cuesta marcharme. 
Yo necesito un paréntesis en mi vida y él tiene comillas en las muñecas. 
Tampoco es tan diferente. 

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